Desde que un inteligente psicopedagogo (no estoy diciendo que sea una carrera cuyo título regalen con las tapas de los yogures, ojo, no me comiencen a malinterpretar) acuñara de forma tan brillante el concepto, no he oído nunca a nadie pronunciarse en contra. Diversidad, divina palabra ante la que todos inclinamos la cabeza y nos damos golpes en el pecho. Al escucharla en boca de un pedagogo, suena a música celestial ante la que es imposible oponerse (salvo que uno sea un desalmado). La diversidad suena como una fórmula taumatúrgica que nos remite a ideas como individuo, multiculturalidad, personalización, exclusividad o tolerancia. Ya oímos sonar las trompetas y un profeta en la cumbre cantando: “Somos distintos, pero nos queremos y hacemos hasta lo imposible por favorecernos”. Puestas así las cosas: ¿Quién puede estar en contra de la diversidad? Y es que todos pensamos que no puede haber nada más loable que la atención a la diversidad. Ningún objetivo de nuestro sistema educativo es más beneficioso y altruista. En nuestro mundo docente viene a ser, más o menos, lo que la paz universal, la concordia humana o la defensa de los derechos humanos en el mundo real.
Y luego tenemos la palabra “atención”, que es también muy bonita, oigan. Viene de que hay que atender, prestar atención, ser paciente. ¿Qué docente no está dispuesto todos los días a demostrar a su dirección, a sus compañeros, a sus alumnos y hasta a sus padres (los de los alumnos, quiero decir) que posee en grado sumo esas magníficas virtudes?
En mi instituto llevamos muchos años de atención a la diversidad. Ya tenemos experiencia de qué se trata. La atención a la diversidad proviene siempre de los de arriba. El director aparece con un plan, la jefa de estudios aparece con una ficha, la orientadora nos lanza un discurso pedagógico muy altruista... Y siempre viene acompañada de la amenaza: “la inspección va a mirar detalladamente, la inspección va a repasar los planes, la inspección por allí y por acá, por tierra, mar y aire va a fiscalizar que cumplamos con la diversidad". Suenan las sirenas de alarma. Zafarrancho de combate.
Luego los profesores intentan atender a la diversidad en las propias aulas. Es entonces cuando las grandes ideas, la paz, la armonía universal, el comunismo libertario y hasta la diversidad se encuentran con problemas. Es entonces cuando el docente (que no hace los planes, ni los transmite, ni genera fichas ni papeles para rellenar, pero se enfrenta a la realidad del problema)toma conciencia de que el niño diverso necesita una atención personalizada y que eso es simplemente imposible en nuestro sistema educativo (y quizá en ningún otro). Mientras tratamos de explicar un concepto al niño diverso, los otros niños tienen que trabajar por su cuenta porque un alumno así necesita de explicaciones sencillas, rápidas y directas; es decir, necesita, precisamente debido a que necesita una atención personalizada, una atención personalizada (sic). Y el problema es que el docente a la vez tiene que mantener la disciplina y darle clase a los demás. Y eso es imposible. No tenemos cuatro manos, dos cabezas y cuatro piernas. Entonces el docente recurre a las fichas, tan socorridas, que el alumno diverso realiza de forma disciplinada (o no) y nos entrega. Las fichas deben tener una condición para poder ser rellenadas por el diverso y es que no supongan aprendizaje alguno, pues si ese aprendizaje se produce habrá de requerir de nuestra explicación. Así que las fichas son simplemente colecciones de ejercicios mecánicos. Así, toda la clave de la diversidad acaba resultando planificar fichas que los alumnos puedan realizar solos, ergo, no supongan aprendizaje. Por tanto, la diversidad acaba suponiendo encontrar el nivel del alumno para atiborrarle de fichas de ese nivel hasta que se aburre.
Y entonces, llega el final. ¿Va a asumir el sistema que esto es así? Noooo. Entonces la Inspección, la Jefatura de Estudios o el Departamento de Orientación idean la ficha de evaluación. La evaluación es la palabra clave, el sitio donde se plasman todas las mentiras, el lugar a donde llevan los focos de la propaganda. Porque para que todo funcione bien, lo importante no es que sea así realmente, sino que la población lo crea. Y esa es justamente la función de los papeles y las fichas de evaluación: oscurecer la realidad, suplantarla hasta donde sea posible con la garantía de que las mentiras quedarán en la impunidad porque son más los que se alimentan de ellas (políticos, pedagogos, directores y padres-votantes) que los interesados en que la verdad impere en nuestros centros.
Y por eso está muy bien dicho eso de “atención a la diversidad”. Sí, atención a la falacia que el término “diversidad” encierra.
martes, 8 de junio de 2010
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4 comentarios:
Pues si, has dado en el clavo..
Certero, preciso y atinado análisis.
Acabas de plasmar un día cualquiera en una clase con cualquier profesor/a luchando con la realidad pura y dura. Sí nos queda el sentimiento de culpa por no ser un superprofesor/a, aunque analicemos la situación y seamos conscientes de que es imposible. Yo llamo a este fenómeno la "diversa desatención". No le veo solución.
Saludos
María José Betancort Villalba
Las Palmas de G. C.
Mi hijo el mayor llegó a Lérida procedente de Madrid cuando tenía 10 años, para comenzar 5º. La primaria se imparte en catalán (algo sobre lo que habría mucho que hablar, pero no me quiero desviar del tema) y en 5º los niños ya tienen un buen dominio del idioma, tanto escrito como oral.
Para salvar esta dificultad inicial, le asignaron una profesora de apoyo que se sentaba en el aula con él algunas horas todos los días. Mientras la profesora de toda la clase hacía su actividad normal, la de apoyo le ayudaba a ir entendiendo el nuevo idioma. Resultó perfecto.
Desconozco si exisitían profesoras de apoyo para todos los niños que las necesitaban o si tuvimos la suerte de que nos tocara una de las pocas disponibles, pero después de 6 años nos acordamos todos los días de aquella profesora y la saludamos efusivamente cuando nos la encontramos por la calle.
Así sí se puede atender a la diversidad.
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