A la hora en que escribimos estas líneas, multitud de estudiantes
de secundaria y universidad estarán secundando la huelga a la que han sido
convocados por el Sindicato de Estudiantes y la CEAPA (coordinadora de padres
de alumnos de carácter progresista, más o menos vinculada al PSOE). Las
manifestaciones, sin embargo, están siendo poco concurridas. Entre las
reivindicaciones, más allá de la protesta contra los recortes, los convocantes
destacan como su principal objetivo la supresión de la selectividad y por
tanto, la supresión de las reválidas que el nuevo anteproyecto plantea. El
eslogan que lanzan los dirigentes desde los megáfonos en las manifestaciones es
"Ni tasas, ni selectividad; el hijo del obrero a la universidad."
En este artículo
nos proponemos analizar someramente esta reivindicación con una mínima
seriedad. Hay datos, que gusten más o menos a los dirigentes del Sindicato de
Estudiantes, son tozudos y de ellos debemos partir al analizar el problema.
Según datos de la
OCDE http://noticias.universia.es/vida-universitaria/noticia/2009/09/09/659058/espana-mejora-porcentaje-titulados-universitarios.html y
de otras fuentes:
1- España es el
país de Europa con mayor porcentaje de población en posesión de un título
universitario. El 29% de la población entre 24 y 64 años tiene un título
universitario mientras que en el conjunto de la UE se llega tan solo al 24%.
Estas cifras aumentan entre los jóvenes de 25 a 34 años y llegan en España al 39%; es
decir, la LOGSE (y todos sabemos lo que eso significa) ha disparado las cifras
de titulados universitarios en España.
2- España es el
país con más parados entre los universitarios de la OCDE y donde la diferencia
salarial entre un titulado universitario y una persona sin cualificar es menor.
3- Un 30% de los 180.000 estudiantes que entran cada año a la
universidad española se va sin completar los estudios a los dos años.
Además, el 70% de los 1,4 millones de alumnos matriculados en
todas las facultades dedica dos años más de los previstos a cursar sus
estudios.
4- El coste de
un año escolar universitario para el estado es de 7000 euros anuales de media,
por lo que el derroche anual supone unos 3.400 millones de euros.
5- España no tiene ni una sola universidad entre las mejores 250 del
mundo.
No hace falta ser Einstein para darse cuenta de
que todos estos datos tienen una relación entre sí. Es evidente que hay una
enfermedad que es conveniente solucionar porque el paciente está sufriendo las
consecuencias del sistema en forma de baja preparación, salarios bajos y paro.
Y por si fuera poco, este desastre nos cuesta muy caro a los contribuyentes.
Un obrero gana un salario mayor o menor en función de lo difícil o sencillo que es reproducir su fuerza de trabajo. Es decir, un neurocirujano que sea brillantísimo debe ganar más que un albañil pues reproducirlo cuesta a la sociedad mucho más que un peón de albañil. Esto es de una lógica aplastante. Por tanto, si un titulado universitario tiene una formación baja (y por ello es fácil de reproducir) su salario ha de ser obligatoriamente bajo.
Un obrero gana un salario mayor o menor en función de lo difícil o sencillo que es reproducir su fuerza de trabajo. Es decir, un neurocirujano que sea brillantísimo debe ganar más que un albañil pues reproducirlo cuesta a la sociedad mucho más que un peón de albañil. Esto es de una lógica aplastante. Por tanto, si un titulado universitario tiene una formación baja (y por ello es fácil de reproducir) su salario ha de ser obligatoriamente bajo.
Un título universitario tiene el valor que cueste obtenerlo.
Cuando este valor (como ha ocurrido desde la implantación de la LOGSE) ha
bajado, por lógica el salario que cobra el licenciado debe bajar.
Siguiendo la lógica económica, la ley de la oferta y la demanda
determina que si hay un volumen desmesurado de licenciados universitarios como
ocurre en España, es obvio que sus salarios serán más bajos porque el empleador
tendrá menos problemas que en Alemania para encontrar, por ejemplo, un abogado.
La demostración más efectiva de esto es la cantidad de universitarios que está
en paro o trabaja por debajo de su cualificación.
Un título (y cualquier cosa en la vida) tiene valor en la medida en que es escaso. El agua es cara en los países en que escasea y es gratis donde
abunda. Esto es de una evidencia tan palmaria que hasta un niño pequeño puede
comprenderlo.
Por tanto, plantear que todo el mundo vaya a la universidad es un
absoluto contrasentido cuyas consecuencias podemos ver ya hoy sin necesidad de llegar a tal extremo. Si hoy, con una tasa del 39% de titulados universitarios se ha llegado a esta triste situación que todos conocemos, ¿qué ocurriría si el
100% de los alumnos fuera a la universidad? ¿Qué valor tendrían sus títulos?
¿Quiénes harían las carreteras y las casas? ¿Todos seríamos universitarios? ¿Qué país puede funcionar sin trabajadores?
Por otro lado, no hay ninguna razón para que el estado (los
impuestos que pagamos entre todos) sufrague los estudios de personas que al
final no van a rendir a la sociedad (que es quien paga sus carreras). El dato
aportado anteriormente habla por sí solo. ¿Esta nuestra sociedad en condiciones
de tirar al mar cada año 3.400 millones de euros? ¿Por qué razón debemos
hacerlo?
Sólo hay una forma de que España mejore la calidad de
sus universidades. Restringiendo el acceso a las mismas de forma que solo los
mejores puedan estudiar en ellas. Obviamente, y esto hay que recalcarlo, esta selección no debe hacerse por criterios
económicos sino por criterios estrictamente académicos, mediante pruebas
exigentes y objetivas.
Como siempre, el igualitarismo imperante y el miedo actúa como un prejuicio evitando que muchas personas cobren conciencia del camino que conduce a la solución.
Pero hay algo mucho más inquietante. Para finalizar, una pregunta poco inocente quizá nos aclare todas las cuestiones: Si todos, España entera, perdemos tanto con una universidad sobredimensionada e inadaptada a la sociedad de la que se nutre. ¿Quiénes son los que ganan con esta situación? ¿Quiénes conforman la mano que mece la cuna de este mar sin fondo? ¿Quiénes viven, y muy bien, de este estado de cosas? ¿Quiénes son los verdaderos beneficiados de las manifestaciones de estudiantes?