Un
comentario de José en una entrada anterior nos ha animado a hacer
esta nueva. Decíamos entonces que el objetivo del sistema educativo
debe ser la búsqueda de la calidad y que en eso tenían mucho que
ver la calidad del profesorado. Nos extendíamos afirmando que no era
lo mismo ser funcionario que interino. José se quejaba de que muchos
funcionarios eran menos capaces que mucha gente que no había sacado
la plaza y era interina. Y la respuesta es que efectivamente, José
tiene razón.
Comencemos
afirmando que la calidad se consigue aportando medios. Es evidente
que si un profesor trabaja con una ratio de 15 alumnos por clase o en
clases individualizadas conseguirá avances mayores y más rápidos
con su alumnado que si trabaja con 30 como ocurre actualmente. La
calidad se consigue con el uso de Internet en la clase mediante
pizarra digital (o un simple cañón que es más barato) pues permite
acceder a infinidad de materiales escolares colgados en la Red. Es
decir, hay una parte de la calidad que se obtiene como resultado de
la inversión en educación. Esto es evidente.
Pero
el elemento central de la calidad de la enseñanza depende
esencialmente de los profesores. Por muchos medios que tenga un
docente, si está mal preparado y desconoce los rudimentos de su
disciplina o no sabe manejarse digitalmente, todos esos medios serán
dinero tirado al mar. Literalmente.
Ello
nos lleva a este problema endémico y estructural de la educación
española que es el sistema de selección de sus docentes. Todos nos
hemos encontrado en nuestra experiencia docentes funcionarios que,
como dice José, no eran capaces de explicar los rudimentos básicos
de su asignatura. ¿Cómo es eso posible? ¿Cómo es posible que el
sistema de acceso no sea capaz de garantizar (esa es la palabra,
garantizar) que los encargados de transmitir la docencia sean
personas preparadas y adaptadas a las nuevas tecnologías?
En
nuestra humilde opinión, ello se debe a dos cosas. Comenzaremos por
la menos importante para luego centrarnos en la fundamental. Un
elemento que influye es la propia naturaleza del funcionario en
España, que hace que una vez que una persona obtiene la plaza no
necesite NECESARIAMENTE reciclarse de forma real y trabajar
adecuadamente para poder mantenerse en el puesto o mejorar. La
administración a lo más que ha llegado es a generar un sistema de
cursos de formación (en gran parte inútiles o ineficaces) donde la
gente acude de forma rutinaria y burocrática a completar horas para
conseguir los sexenios. En la medida que no haya un elemento objetivo
que diferencie la superioridad de unos profesores sobre otros y haga
diferencias salariales claras o de otro tipo en función de esa
excelencia, poco se avanzará.
Pero
entremos ahora en el tema fundamental. ¿Cómo es posible que el
sistema de acceso permita que personas poco cualificadas para ejercer
la docencia lo superen apartando injustamente a un lado a gentes
mucho mejor preparadas?
Hay
varias razones que explican esto. En primer lugar, la errática
política de oferta de plazas de la administración. Tradicionalmente
la oferta de plazas en nuestro país se ha dado de forma pendular
siguiendo las crisis cíclicas del capitalismo. Los años de crisis
(cada ocho o diez) el Estado recorta presupuestos y oferta pocas
plazas. Al finalizar la crisis se produce el efecto contrario y se
convocan miles de plazas. A esos años con masiva oferta de plazas
(miles y miles de plazas), con una escasa competitividad entre
aspirantes y facilidad de examen, le han seguido largas épocas con
pocas plazas, muchos aspirantes y un examen eliminatorio y más
difícil. Eso conduce inevitablemente a que haya grandes diferencias
entre unos docentes y otros pues mientras unos accedieron eliminando
en un examen muy selectivo a muchísimos aspirantes, los otros han
accedido a la plaza con grandes facilidades. Todo este desastre ha
sido organizado por las distintas administraciones (aunque hay que
recordar que estos procesos siempre los han encabezado y dirigido
gobiernos nacionales del PSOE) con la inestimable colaboración de
los sindicatos.
En
el fondo de este problema han estado siempre los interinos añejos,
que tras años de escasas plazas en los que ellos (obviamente) no
tenían suficiente valía para aprobar hacían valer ante sindicatos
y administración su posición de hecho dentro del sistema y pedían
que esta fuera regularizada atendiendo a su antigüedad pero no a su
capacidad. De ahí que en cada nueva ley orgánica socialista y al
amparo de ellas, el gobierno socialista de turno sacase una oferta
masiva con un examen sencillo (y que no fuera eliminatorio, claro)
para “regularizarlos” a todos. Ni que decir tiene que junto con
estos interinos, en esos años de “vacas gordas”, también
entraban buenos docentes, pero con el otro sistema no podían entrar
malos. Era así de simple. Y esto es lo fundamental. El sistema tiene
que garantizar que los docentes conozcan realmente el temario.
Como
cualquier opositor sabe, no es lo mismo aprobar pasando el filtro de
un exigente examen práctico y saberse un tema extraído entre dos
bolas, que saberse (sin necesidad de aprobarlo) un tema entre cuatro
y presentar una programación. Ni es igual ni lo será nunca. Dicho
sencillamente: con el modelo empleado entre 2008-2010 se podía tener
un 95% de posibilidades de que a uno le cayera la bola con un 33% de
los temas estudiados. Eso es demoledor, porque quiere decir que un
gran número de opositores obtuvo su plaza sin conocer el 66% del
temario.
Esto
es absolutamente indignante pero no he visto a ningún indignado
sindicalista manifestarse en contra. No creo tampoco (ahora que
desde la Sexta nos dicen que Finlandia es el modelo a seguir) que en nórdicas latitudes se
consientan estas cosas...
Esta
facilidad a la hora de aprobar las oposiciones tiene unas
consecuencias absolutamente nocivas para el funcionamiento del
sistema educativo entre las que destacamos.
No
se garantiza la calidad de la enseñanza. Estos profesores no se
saben el temario y tienen que prepararse las clases en cada ocasión
a salto de mata. El nivel de un profesor de Lengua, por ejemplo, no
puede ser el de un buen estudiante de bachillerato sino que debes
estar cinco o seis estadíos por encima del alumno. Solo así hay
calidad.
No
hay igualdad entre los docentes. Los departamentos están
desequilibrados, lo que inevitablemente genera ciertas tensiones
entre los profesores. Al elegir las lecturas de un curso por ejemplo
se debe buscar el consenso entre personas que han leído mucho y
otras que habitualmente no leen.
Lo
peor es que estos profesores ignorantes participan luego en la
selección de nuevos aspirantes. Se da en los tribunales la
situación paradójica de que los opositores sepan más que quienes
tienen que evaluarlos. Como consecuencia de esto, son incapaces de
garantizar la calidad de los nuevos profesores con lo que aquello
acaba siendo una pescadilla que se come la cola.
Esta
terrible situación es la que explica lo que dice José y es que
efectivamente en la actualidad (y yo diría que siempre en España)
se produzcan situaciones como las que denuncia. Es decir, que el
nivel del profesorado español sea mediocre.
Porque
al final demasiadas cosas han dependido de la suerte. De la suerte de
haber nacido un año u otro... Quienes nacieron en los años 50 y se
encontraron con 40 años y diez de interinos en 1990 entraron en el
sistema con extrema facilidad. Quienes nacieron en los 60 se
encontraron en 1990 con 30 años y sin experiencia y las pasaron
moradas pues los años entre 1994 y 2000 fueron de escasa oferta de
plazas. Igual ocurre ahora entre los nacidos a partir de 1980, que se
encuentran con un verdadero muro tras dos convocatorias de ¡2000!
plazas en las que entrar ha sido para muchos interinos añejos y con
escaso bagaje intelectual un paseo militar más sencillo que la
guerra relámpago de Hitler hacia París. Es así de triste y así de
real.
Como es un tema que no queda agotado, seguiremos hablando de él
en próximas entregas en las que trataremos por un lado la historia
de las oposiciones en España y cuál sería en nuestra opinión el
mejor sistema posible de acceso para docencia pública.