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jueves, 14 de febrero de 2013

¿Puede haber unas oposiciones justas? 1


El título de esta entrada ya es provocativo en sí mismo. Y es que el tema es decisivo y a todos nos duele, porque unos hemos aprobado con un sistema, otros con otro diferente y otros aún quedan por obtener la plaza. Como se ha visto en el debate que generó la entrada anterior aquí y en otros foros digitales, es ésta una cuestión que afecta a nuestra vida de forma directa, pro lo que acaba siendo un tema controvertido y apasionante. Y además, al resultar tan complejo, es normal que haya visiones divergentes y hasta enfrentadas.

Yo, por mi parte, daré mi humilde opinión como una contribución a un debate en el que debería escucharse a muchas personas (básicamente profesores, claro) de diferentes especialidades, pues como hemos visto en entradas anteriores en los comentarios que se han introducido, es obvio que cada especialidad es distinta. Sin embargo, deberíamos también dar una serie de ideas generales que permitan homogeneizar el proceso.

Lo primero que debo aclarar es el punto de vista desde el que realizaré mis aportaciones. Es común en España, seguramente por nuestra tradición cultural y religiosa, trazar planes cuyas intenciones, en la etérea idealidad resultan perfectos, sin pensar en su aplicación práctica por lo que luego en la práctica fracasan al no partir de la realidad nacional y de la propia idiosincrasia de los españoles. Esto es aplicable desde la Ley de desamortización de Mendizábal hasta la LOGSE. Yo no haré eso, sino que procuraré trazar las líneas generales de un sistema que sea lo más realista posible, adaptado a la idiosincrasia del español.

Y mi respuesta es que creo que sí, que puede haber unas oposiciones justas si corregimos diferentes aspectos que hoy son incorrectos. Para ello deberemos partir de los medios que hoy nos permiten las nuevas tecnologías y de la idiosincrasia de los propios españoles. Y en el peor de los casos, si no lo consiguiésemos, al menos mejoraremos un sistema que teniendo en cuenta sus enormes deficiencias (incluyendo injusticias, aleatoriedad y enchufismos de todo tipo) es fácilmente mejorable.

Puestas así las cosas, lo primero que hay que indicar es que en las oposiciones influye el número de plazas que se convocan. Así pues, tanto sindicatos como administración deberían pactar para que no se diesen nunca procesos de regularización masivos y que la oferta de plazas fuera siempre estable, acorde con las jubilaciones. Eso permitiría que el cuerpo docente fuera más homogéneo porque no tiene nada que ver una oposición de 2000 plazas con una de 50. Si hay 6000 aspirantes y mil plazas, la selección es de un aprobado cada seis aspirantes. Si hay cincuenta plazas es de uno por cada 120. La calidad resultante no puede ser similar. Y es necesario que el sistema garantice la homogeneidad de sus profesores de igual forma que la de sus médicos o ingenieros. Al final, todos se van a enfrentar a problemas parecidos y van a cobrar lo mismo. Eso a su vez exigiría la imposibilidad de que las listas de interinos sean cerradas, para que ninguno acabe considerándose dueño de hecho de su plaza. Sobre este tema controvertido también nos extenderemos en otra ocasión.

Y ya entrando en la naturaleza de la propia prueba, creo que en la prueba deberían tratarse los siguientes elementos:

A- La meritocracia.El sistema debe elegir a los mejores.
B- La igualdad de origen entre los candidatos y la objetividad de la prueba.
C- Dominio de las cuestiones teóricas relativas a la especialidad por la que se opta.
D- Dominio de las cuestiones pŕacticas relativas a la especialidad.
E- Dominio de la capacidad para ejercer la docencia de forma eficaz.

Como cada uno de ellos tiene su enjundia, lo mejor será parcelarlos para tratarlos más detenidamente. Y ahora una pregunta para todos: ¿creéis que debería incluirse alguna cuestión más en el modelo de acceso?


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