En entradas anteriores
sobre la LOGSE hemos analizado la enorme
influencia que tiene una ley educativa desde el punto de vista académico y
laboral pues al tratarse en ella la forma de obtener los títulos, condiciona la
vida futura laboral de un país (lo que quiere decir al final de sus
habitantes). Pero en estas entradas sobre el 15-M no nos vamos a centrar en las
influencias laborales de la LOGSE sino en las sociales.
Y lo primero en lo que hay
que insistir, como ya hemos hecho en otras ocasiones, es que en una sociedad
democrática, las leyes se promulgan y se mantienen porque la propia sociedad de
alguna forma se deja gobernar por ellas, compartiendo o admitiendo sus
presupuestos ideológicos. En este sentido, ya hemos indicado que la ideología
dominante en España (incluso actualmente) arranca de la llegada de Felipe
González y su grupo de nacionalistas españoles (así los denominaba la CIA en
sus documentos internos) al poder en 1982, amparados tras las siglas del PSOE.
Esa mayoría absoluta que se mantuvo durante ocho años transformó España y
sembró una nueva ideología dominante de corte capitalista en lo económico y
socialdemócrata en lo ético en la que los extremismos debían abandonarse. Ese
nuevo PSOE que abandonó el marxismo en 1979 fue votado masivamente por la
sociedad española en 1982, lo que acabó obligando a Alianza Popular a
refundirse en el PP, en su denominado “viaje al centro”. Es decir, la Segunda
restauración borbónica se consolidó al virar la sociedad en su conjunto hacia
el centro del espectro político. Y no hay que olvidar que es en este contexto
de supremacía ideológica absoluta se produce (tras dos mayorías absolutas del
PSOE) la elaboración de la LOGSE.
Y así los gobernantes, no
por casualidad, entendieron que podían y debían inocular a los estudiantes su
propio código moral, como si fuera el único democrático y posible. Dicho de
otro modo, la dirección del PSOE creyó que podía y debía hacer propaganda a
través de la legislación educativa de sus ideas socialdemócratas como si estas
fueran dogmas de fe. Y así, el pacifismo (que no deja de ser una ideología), el
feminismo, el ecologismo y otras tantas ideas más fueron lanzadas sobre la
población escolar como si fueran verdades absolutas ante las que hubiera que
postrarse. A tal grado se llegó en este bombardeo ideológico que incluso una
gran parte de la población identifica hoy estas ideas con la propia esencia de la
democracia y no considera de buen gusto o incluso aceptable declararse públicamente contrario al
feminismo, al pacifismo o al ecologismo bajo riesgo de ser tachado de
autoritario o anormal Pues alíviense, yo
no soy ninguna de las tres cosas y soy una persona normalísima. Pero lo más
significativo de todo esto es que cuando una sociedad asume como si fuera
neutro un código ideológico que es en realidad propio de un partido político es
que el grado de dominio ideológico de
ese partido sobre la sociedad es total. ¿Quién se atreve a decir hoy que el
pacifismo es una doctrina política errónea y hasta reaccionaria? Pues eso mismo
decía Churchill justo antes de la Guerra Mundial mientras Alemania se rearmaba
preparándose para una nueva guerra.
¿Existiría nuestro mundo democrático (socialdemocracia incluida) si EEUU
y Gran Bretaña hubieran seguido políticas pacifistas ante la expansión nazi?
Y como decíamos antes, esta
inoculación sobre la población escolar, esta presión ideológica se hizo sobre
todo desde los llamados temas transversales. Según el espíritu logsiano todavía
en vigor, este conjunto de ideas debía ser planteado por el profesorado en toda
ocasión propicia para “alentar el espíritu crítico” del alumnado ante la
realidad. De todo esto surgió la obligación de celebrar en los centros de
estudio los famosos días de la paz, de la mujer o de las distintas autonomías,
etc. lo que dio lugar a un huracán de cursilería consistente en que los alumnos
realizasen manifestaciones de lo más llamativas en el centro del patio
(ataviados con disfraces, cantando canciones que se preparaban en las aulas, etc)
sin más objetivo que divertirse en la propia manifestación o simplemente
“concienciarse” desde ese ideario sobre determinados problemas. Es decir, sin
pretender ninguna efectividad más allá del estado de ebullición ideológico y la
satisfacción por el deber cumplido.
Si analizamos el 15-M en
relación con las manifestaciones escolares nos encontraremos con que el modus
operandi fue bastante similar (siguiendo en esto la misma deriva lúdica
iniciada en los años ochenta del siglo pasado, en las manifestaciones anti-Otan). La manifestación
del 15-M también era muy llamativa y muy centrada en los elementos
superficiales y en el aspecto lúdico: una acampada primaveral con actuaciones y
debates que duró justo hasta que apretaron los calores y los acampados quisieron
irse de vacaciones. También el 15-M fue naif en sus eslóganes: “Nuestros sueños
no caben en sus urnas”. “El miedo es
la única frontera, traspasémosla”. “De la revolución del placer, al placer de
la revolución”. “Si no nos dejáis soñar, no os dejaremos dormir”. “El 15M no es
la solución, pero es parte de la solución”. Este tipo de eslóganes sacados de
las fotos colgadas en la red nos hace una idea de lo que estamos hablando, de
un cierto efectismo vacío. También, como en las celebraciones de los colegios,
se procuró dar a todo un aire festivo y llamativo. Baste para ello recordar que
los manifestantes en sus asambles se
aplaudían al estilo sordomudo cuando entre ellos era difícil encontrar a alguno
pues si tal hubierra ocurrido, el sordomudo en cuestión no hubiera entendido
las palabras de los que se pasaban el micrófono ya que sus discursos (lo
esencial) no era traducido. Sin embargo,
sí se aplaudía al estilo sordomudo. Es decir, efectismo (que no efectividad) de
cara a la galería de periodistas. De alguna manera, la propia acampada acabó
convirtiéndose para muchos de ellos en un “happening” al que acudían gentes de toda España a
fotografíar y fotografíarse para colgar sus propias fotos en el facebook
demostrando su pedigree de indignados.
Pero entrando en las
propuestas y bases ideológicas del movimiento, veamos algunas relaciones de la
ideología del 15-M con los temas transversales. De todos ellos, hay uno básico
, que es el de la educación para la paz y la resolución pacífica de conflictos,
porque en él está la razón por la que, bajo mi punto de vista, el movimiento ha
sido acogido favorablemente por los medios de masas.
Ya el otro día analizábamos
como algunos sectores del 15-M, se habían auto-calificado como “revolución”,
ignorantes de lo que esa palabra significa. Y hoy vamos a entrar en un tema que
está totalmente relacionado con este, pues es el de la violencia, o por mejor
decir, el empleo de la violencia con fines políticos.
Como decíamos entonces, una
revolución se produce cuando en una sociedad se plantea la existencia de un
doble poder armado. Es decir, en la misma nación hay dos bloques numerosos
enfrentados por razones políticas que están armados y que no dudan en hacer uso
de la violencia si es necesario. ¿Esto quiere decir que la búsqueda violenta de
objetivos políticos es en todos los casos un revolución? No. El terrorismo
busca objetivos políticos, pero no es una revolución porque no plantea la
existencia de un nuevo poder capaz de derrocar al establecido ni participan en él las masas. El objetivo del terrorismo es el terror. Y por el contrario, se puede producir una revolución sin gran
derramamiento de sangre a condición de que el poder establecido abandone la
escena sin enfrentarse al poder emergente. Sin embargo, en muchas ocasiones,
una revolución conduce a una guerra civil, como atestigua la historia una y
otra vez.
Así pues, y enlazando con
nuestra primera entrada, es obvio que el movimiento 15-M no es una revolución.
Pero no es que no se trate de una revolución, sino que podríamos decir que es
un movimiento opuesto a la misma desde sus propias bases ideológicas. De hecho,
en mi humilde opinión, un elemento distintivo del movimiento desde su inicio ha
sido precisamente su ausencia de violencia. Resulta extraordinariamente
significativo que con una situación social como la que arrastramos y en un
movimiento supuestamente revolucionario,, la violencia (salvo el episodio de
acoso a los parlamentarios catalanes) ha sido inexistente. En la ocupación de
la Puerta del Sol y en las múltiples y constantes manifestaciones relacionadas
con el movimiento no se han producido enfrentamientos con los cuerpos de
seguridad, ni escenas de vandalismo callejero, ni actos de sabotaje, ni cortes
de tráfico. El movimiento así se ha saldado con escasísimas detenciones. Con todo
lo que se está viviendo en torno a las hipotecas, ni siquiera se han atacado
violentamente sucursales bancarias. Nada que ver con el terrorismo callejero
que se ha vivido durante muchos años en Vasconia y mucho menos con la Semana
trágica de Barcelona, donde se incendiaron casi todos los templos de la ciudad.
Incluso trazando un
paralelismo menos extremo, durante la crisis de los años ochenta con su
tremenda reconversión industrial que llevó al paro a miles de personas o en las
huelgas estudiantiles de los años 86-87 fueron moneda corriente los duros
enfrentamientos entre policías y trabajadores o estudiantes en Euskalduna,
Bazán de Ferrol, Reinosa o en la calle de Alcalá ante el ministerio de
Educación. Quienes hagan memoria recordarán que hubo incluso muertos (Reinosa)
o heridas de bala (la estudiante Maria Luisa Prada).
Pero ahora los policías no
han tenido ni siquiera que disparar al aire. Con esto me limito a constatar un
hecho y es el carácter pacífico del movimiento. No es cierto, pues que sea un movimiento
radicalizado, al menos hoy por hoy. Hay
muchas personas y analistas que se están preguntando cómo es posible que con la
crisis que estamos arrastrando y sus profundas consecuencias, no se haya
producido todavía ninguna explosión social. Una parte de la respuesta está, en
mi opinión, en la labor de concienciación que la LOGSE ha desarrollado en las
últimas dos dećadas. Vistas así las cosas, parece que los planes de la
socialdemocracia de generer una mano de obra dócil y barata han dado excelentes
resultados.
De hecho, tenemos más datos
que abundan en esta idea. Observemos por un lado que el propio movimiento
generó dentro de sus filas la llamada Comisión de Respeto, que se encargaba de
neutralizar o reprimir desde dentro las actuaciones demasiado radicales. Se
podía ser todo lo radical que se quisiese exponiendo ideas, pero no actuar de
forma radical. Por otro lado, observemos que cuando en el movimiento se ha
producido una escisión encaminada a la acción de sabotaje o violencia como fue
el acordonamiento del Congreso de los diputados (Asalta el Congreso) , tanto
Democracia Real como la Plataforma de la Hipoteca anunciaron a bombo y platillo
(con todo el apoyo de la prensa) que ellos no comulgaban con aquellas ideas.
Hay por tanto entre las bases una resistencia muy marcada a la utilización de
la violencia.
Y obviamente, esto en mi
opinión, tiene relación con lo que esta nueva generación ha vivido desde su
infancia y muy especialmente, dentro del sistema educativo. Un niño nacido en
los años sesenta estaba acostumbrado a ver una película de guerra dos o tres
veces al mes, pues los sábados eran emitidas regularmente por TVE (la única
cadena). En esas películas se demostraba la legitimidad del uso de la violencia
sin necesidad de ser explicada. Los norteamericanos, llevados por sus ideales,
tenían que imponer el bien por medios violentos aniquilando a los nazis o a los
japoneses. No solo eso, sino que en el ideario político anterior a la irrupción
del felipismo, el debate político estaba familiarizado con la legitimidad de la
violencia política de izquierda a derecha, desde la Falange al PCE. La consecuencia es que los
conflictos sociales durante los años ochenta desembocaban frecuentemente en
episodios violentos.
Sin embargo, nos
encontramos con que el movimiento 15-M, según recoge la Wikipedia, se declara
pacifista de forma abierta. De hecho, no solo plantean la reducción del gasto
militar, sino (ojo al dato) el cierre inmediato de las fábricas de armas y un
mayor control de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado (no sabemos cómo
podrán existir estas fuerzas armadas sin fábricas de armas).
Llegados a este punto, nos
encontramos por tanto con una ley (la LOGSE) y un ambiente social que proclama
ideas de izquierda, pero que sin embargo se declara partidaria de la no
violencia. Y esa es la herencia que recogen los indignados. Puestas así las
cosas, si el sistema tuviera que elegir un movimiento de oposición, no cabe la
menor duda de que elegiría este pues el 15-M está alejado del radicalismo y además
pretende la pervivencia del sistema con ciertas reformas. Es además un movimiento favorable para la
socialdemocracia porque cuando surjan de entre sus filas elementos radicales
(que ya han surgido y seguirán surgiendo) se tendrán que enfrentar no solo a la
ideología del capitalismo, sino a sus propios correligionarios indignados, que
rechazarán sus ideas y métodos. Es decir, el movimiento 15-M sólo se
radicalizará (y con enormes dificultades por sus presupuestos ideológicos de
base) escindiéndose. Siguiendo esta misma línea de razonamiento, la mayoría de
sus integrantes vivirán un constante malestar general que nunca obtendrá rédito
alguno, pero que permanecerá latente durante mucho tiempo, como un mar de fondo
sobre el que basculará una parte de la intención de voto de esta generación que,
obviamente se acabará traduciendo en votos para las organizaciones de izquierda
tradicionales. Luego entonces, de lo que se trata para la dirección del PSOE,
es de desviar esos votos hacia sus urnas para que no sea IU quien capitalice
ese descontento.
Estas son en mi opinión las razones de
que la prensa (y la izquierda en general) haya mirado y siga mirando con
benevolencia al 15-M, al que ven como un conjunto de buenos chicos al que hay
que acercar a su redil. Con relación al pacifismo, lo único que queda por decir
es que esta posición política contraria a la violencia no tiene por qué ser
eterna. Si las capas dirigentes de la sociedad no son capaces de dar salida a
las inquietudes de este amplio sector social, sí son posibles (aunque el
recorrido como hemos visto será muy tortuoso) manifestaciones violentas como
deriva del 15-M.