La Comunidad de Madrid ha adoptado una
importante decisión de cara a las próximas oposiciones. Consiste
ésta en primar en ellas la nota obtenida en el examen por encima de
la antigüedad laboral. Según reza el borrador (decreto) aprobado
por el ejecutivo madrileño en las próximas oposiciones, la nota del
ejercicio se valorará en 8 puntos, la antigüedad en 1 punto y la
realización de cursos y otros méritos también se valorará en un
punto.
En mi humilde opinión esa medida es
acertada. Es más, creo que la antigüedad no debería ser tenida en
cuenta como un mérito para aprobar las oposiciones.
Tradicionalmente, los sindicatos han
estado a favor de blindar los derechos de los interinos
equiparándolos a los de los propios funcionarios. Incluso, los
tribunales españoles les han dado la razón atendiendo al criterio
de igualdad y así, los interinos disfrutan de trienios y de otros
beneficios como si fueran funcionarios de carrera.
Independientemente de cuáles sean las
decisiones de los tribunales, a mí esto me parece un contrasentido.
La propia noción de interinidad tiene que ver con la provisionalidad
de su puesto con lo que bajo ningún concepto un interino puede
equipararse a un funcionario. El funcionario ocupa una plaza que ha
conquistado (se supone) por méritos propios. Ya sabemos que no
siempre esto es así en todos los casos y de ello hablaremos en otras
entradas de este blog. Pero lo que es evidente es que el funcionario
ha conquistado una plaza y el interino, no. Por tanto, no puede tener
los mismos derechos que un funcionario. Esto me parece tan evidente
que no merece más argumentos.
A menudo, los sindicatos y algunas
asociaciones de interinos aducen la experiencia como un factor
decisivo en el desempeño de nuestra tarea. Eso tiene una parte de
lógica, pero no es la cuestión decisiva. Dar clase no es lo mismo
que coger aceitunas o algodón, dicho esto con todos los respetos
para quienes se dedican a estos nobles menesteres. Incluso en
actividades sin cualificar (en la agricultura o la albañilería) hay
elementos que son más importantes que la experiencia o la antigüedad
al ocupar un puesto.
De hecho, deberíamos comenzar por
diferenciar experiencia de antigüedad. La antigüedad es el número
de cursos que alguien lleva dando clase. Eso es cuantificable Sin embargo, la experiencia no siempre se corresponde
con la antigüedad. Es decir, hay personas que son capaces de extraer
lecciones de la experiencia en mucho menos tiempo que otras. Luego la
experiencia es un elemento que
tiene que ver con la capacidad de análisis y la inteligencia de cada
persona.
Así mismo, los años de interinidad
que se aducen como mérito podrían desde otro punto de vista (y
según en qué casos) interpretarse como un demérito. Pensemos en un
profesor que entró como interino, por ejemplo en 1996 y que desde
entonces hasta ahora (casi veinte años después) ha sido incapaz
(después de convocatorias masivas y muy favorables como las de los
años 2008 y 2010) de obtener la plaza. ¿Es eso un mérito? Peor
sería que el interino en cuestión hubiese accedido al sistema de
interinidades con anterioridad a 1990 pues como sabemos de 1990 a
1993 hubo otro coladero por el que se “regularizó” la situación
de miles de interinos con una simple encerrona. Quienes vivimos
(sufrimos será mejor decir) aquello sabemos de qué estamos
hablando. Concluiremos entonces que lo que se aduce como un mérito
es, en muchas ocasiones, un demérito.
Por otro lado, lo más importante de
un profesor es el dominio de los conocimientos que tiene que enseñar
y su capacidad para hacérselos comprender a los alumnos. Y eso tiene
que ver con su inteligencia, su memoria y su capacidad de expresión
oral y escrita. Todas estas capacidades son medibles en una oposición
que sea digna de tal nombre. Porque independientemente de que en la
actualidad dispongamos de pizarras digitales, libros de textos,
internet, etc, al final, el alumno necesitará una explicación, sea
esta en gran grupo o individualizada y quien no tenga esto, aunque
lleve en las aulas años y años no debe estar por delante de quienes
demuestren esos conocimientos y esa capacidad de exposición oral.
Esto me parece tan evidente que tampoco merece más argumentación.
Por tanto, parece lógico que, como ha
hecho la comunidad madrileña, sean la capacidad (la nota en la
oposición) lo que dictamine el acceso al cuerpo y no los años de
antigüedad como interino.
El sistema educativo ha de ser por
naturaleza meritocrático. Los mejores deben ser quienes ocupen los
mejores puestos. Cuando vamos a un médico, esperamos que sea el
mejor y no su antigüedad en el Insalud. Es más, siguiendo el mismo
paralelismo, todos sabemos que por norma general los médicos que
accedieron a su especialidad por el sistema MIR, vigente desde 1978,
son mejores y están más cualificados que los anteriores, que se
especializaban de forma burocrática. El sistema de acceso que está
proyectando el Gobierno debería caminar hacia un sistema
absolutamente meritocrático y objetivo parecido al de los médicos,
donde la subjetividad y el enchufismo estén absolutamente desterrados
por ser imposibles. Eso es lo mejor para la sociedad, para nuestros
alumnos y para los profesores dignos de tal nombre.
2 comentarios:
Estoy de acuerdo en esencia con lo que expresas en este artículo. Ahora bien, creo que también hay jóvenes interinos que se han quedado a las puertas de la plaza por no tener antigüedad y que, estoy convencido de ello, están más preparados, tienen más vocación y son más inteligentes que esos viejos interinos que pese a hacer el ridículo en la fase de oposición acabaron recientemente consiguiendo el puesto. Por tanto, creo que es necesario precisar un poco más a la hora de referirnos a interinos y funcionarios de carrera, pues algunos de estos últimos demuestran menos inteligencia y menos profesionalidad que los primeros.
Hola, Jose: Estoy totalmente de acuerdo con lo que plantea y de hecho, mi intención es hacer nuevas entradas sobre este tema, que me parece crucial. La calidad de la enseñanza depende de la calidad del profesorado. Esto es indiscutible. Y efectivamente el sistema de acceso qeu tenemos es muy mejorable. Además, las convocatorias son erráticas y desiguales. En 1998 había para Madrid 6 plazas y para Andalucía 48 (de las que 24 eran para maestros). Obtener la plaza fue difícil. Sólo en 2008 hubo 1200 plazas, una para cada tres o cuatro opositores. ¿Qué oposicion garantizó mejores profesores, 1998 o 2008-2010? Tema espinoso y que merece por si solo más artículos. Y esos artículos llegarán. Saludos y gracias por participar.
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