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jueves, 7 de febrero de 2013

¿Cómo es posible que sean mejores los opositores que los funcionarios? (Respuesta a José)


Un comentario de José en una entrada anterior nos ha animado a hacer esta nueva. Decíamos entonces que el objetivo del sistema educativo debe ser la búsqueda de la calidad y que en eso tenían mucho que ver la calidad del profesorado. Nos extendíamos afirmando que no era lo mismo ser funcionario que interino. José se quejaba de que muchos funcionarios eran menos capaces que mucha gente que no había sacado la plaza y era interina. Y la respuesta es que efectivamente, José tiene razón.


Comencemos afirmando que la calidad se consigue aportando medios. Es evidente que si un profesor trabaja con una ratio de 15 alumnos por clase o en clases individualizadas conseguirá avances mayores y más rápidos con su alumnado que si trabaja con 30 como ocurre actualmente. La calidad se consigue con el uso de Internet en la clase mediante pizarra digital (o un simple cañón que es más barato) pues permite acceder a infinidad de materiales escolares colgados en la Red. Es decir, hay una parte de la calidad que se obtiene como resultado de la inversión en educación. Esto es evidente.


Pero el elemento central de la calidad de la enseñanza depende esencialmente de los profesores. Por muchos medios que tenga un docente, si está mal preparado y desconoce los rudimentos de su disciplina o no sabe manejarse digitalmente, todos esos medios serán dinero tirado al mar. Literalmente.


Ello nos lleva a este problema endémico y estructural de la educación española que es el sistema de selección de sus docentes. Todos nos hemos encontrado en nuestra experiencia docentes funcionarios que, como dice José, no eran capaces de explicar los rudimentos básicos de su asignatura. ¿Cómo es eso posible? ¿Cómo es posible que el sistema de acceso no sea capaz de garantizar (esa es la palabra, garantizar) que los encargados de transmitir la docencia sean personas preparadas y adaptadas a las nuevas tecnologías?


En nuestra humilde opinión, ello se debe a dos cosas. Comenzaremos por la menos importante para luego centrarnos en la fundamental. Un elemento que influye es la propia naturaleza del funcionario en España, que hace que una vez que una persona obtiene la plaza no necesite NECESARIAMENTE reciclarse de forma real y trabajar adecuadamente para poder mantenerse en el puesto o mejorar. La administración a lo más que ha llegado es a generar un sistema de cursos de formación (en gran parte inútiles o ineficaces) donde la gente acude de forma rutinaria y burocrática a completar horas para conseguir los sexenios. En la medida que no haya un elemento objetivo que diferencie la superioridad de unos profesores sobre otros y haga diferencias salariales claras o de otro tipo en función de esa excelencia, poco se avanzará.


Pero entremos ahora en el tema fundamental. ¿Cómo es posible que el sistema de acceso permita que personas poco cualificadas para ejercer la docencia lo superen apartando injustamente a un lado a gentes mucho mejor preparadas?


Hay varias razones que explican esto. En primer lugar, la errática política de oferta de plazas de la administración. Tradicionalmente la oferta de plazas en nuestro país se ha dado de forma pendular siguiendo las crisis cíclicas del capitalismo. Los años de crisis (cada ocho o diez) el Estado recorta presupuestos y oferta pocas plazas. Al finalizar la crisis se produce el efecto contrario y se convocan miles de plazas. A esos años con masiva oferta de plazas (miles y miles de plazas), con una escasa competitividad entre aspirantes y facilidad de examen, le han seguido largas épocas con pocas plazas, muchos aspirantes y un examen eliminatorio y más difícil. Eso conduce inevitablemente a que haya grandes diferencias entre unos docentes y otros pues mientras unos accedieron eliminando en un examen muy selectivo a muchísimos aspirantes, los otros han accedido a la plaza con grandes facilidades. Todo este desastre ha sido organizado por las distintas administraciones (aunque hay que recordar que estos procesos siempre los han encabezado y dirigido gobiernos nacionales del PSOE) con la inestimable colaboración de los sindicatos.


En el fondo de este problema han estado siempre los interinos añejos, que tras años de escasas plazas en los que ellos (obviamente) no tenían suficiente valía para aprobar hacían valer ante sindicatos y administración su posición de hecho dentro del sistema y pedían que esta fuera regularizada atendiendo a su antigüedad pero no a su capacidad. De ahí que en cada nueva ley orgánica socialista y al amparo de ellas, el gobierno socialista de turno sacase una oferta masiva con un examen sencillo (y que no fuera eliminatorio, claro) para “regularizarlos” a todos. Ni que decir tiene que junto con estos interinos, en esos años de “vacas gordas”, también entraban buenos docentes, pero con el otro sistema no podían entrar malos. Era así de simple. Y esto es lo fundamental. El sistema tiene que garantizar que los docentes conozcan realmente el temario.


Como cualquier opositor sabe, no es lo mismo aprobar pasando el filtro de un exigente examen práctico y saberse un tema extraído entre dos bolas, que saberse (sin necesidad de aprobarlo) un tema entre cuatro y presentar una programación. Ni es igual ni lo será nunca. Dicho sencillamente: con el modelo empleado entre 2008-2010 se podía tener un 95% de posibilidades de que a uno le cayera la bola con un 33% de los temas estudiados. Eso es demoledor, porque quiere decir que un gran número de opositores obtuvo su plaza sin conocer el 66% del temario.


Esto es absolutamente indignante pero no he visto a ningún indignado sindicalista manifestarse en contra. No creo tampoco (ahora que desde la Sexta nos dicen que Finlandia es el modelo a seguir) que en nórdicas latitudes se consientan estas cosas...


Esta facilidad a la hora de aprobar las oposiciones tiene unas consecuencias absolutamente nocivas para el funcionamiento del sistema educativo entre las que destacamos.


  1. No se garantiza la calidad de la enseñanza. Estos profesores no se saben el temario y tienen que prepararse las clases en cada ocasión a salto de mata. El nivel de un profesor de Lengua, por ejemplo, no puede ser el de un buen estudiante de bachillerato sino que debes estar cinco o seis estadíos por encima del alumno. Solo así hay calidad.
  2. No hay igualdad entre los docentes. Los departamentos están desequilibrados, lo que inevitablemente genera ciertas tensiones entre los profesores. Al elegir las lecturas de un curso por ejemplo se debe buscar el consenso entre personas que han leído mucho y otras que habitualmente no leen.
  3. Lo peor es que estos profesores ignorantes participan luego en la selección de nuevos aspirantes. Se da en los tribunales la situación paradójica de que los opositores sepan más que quienes tienen que evaluarlos. Como consecuencia de esto, son incapaces de garantizar la calidad de los nuevos profesores con lo que aquello acaba siendo una pescadilla que se come la cola.


Esta terrible situación es la que explica lo que dice José y es que efectivamente en la actualidad (y yo diría que siempre en España) se produzcan situaciones como las que denuncia. Es decir, que el nivel del profesorado español sea mediocre.


Porque al final demasiadas cosas han dependido de la suerte. De la suerte de haber nacido un año u otro... Quienes nacieron en los años 50 y se encontraron con 40 años y diez de interinos en 1990 entraron en el sistema con extrema facilidad. Quienes nacieron en los 60 se encontraron en 1990 con 30 años y sin experiencia y las pasaron moradas pues los años entre 1994 y 2000 fueron de escasa oferta de plazas. Igual ocurre ahora entre los nacidos a partir de 1980, que se encuentran con un verdadero muro tras dos convocatorias de ¡2000! plazas en las que entrar ha sido para muchos interinos añejos y con escaso bagaje intelectual un paseo militar más sencillo que la guerra relámpago de Hitler hacia París. Es así de triste y así de real. 

Como es un tema que no queda agotado, seguiremos hablando de él en próximas entregas en las que trataremos por un lado la historia de las oposiciones en España y cuál sería en nuestra opinión el mejor sistema posible de acceso para docencia pública.

5 comentarios:

Álvaro Fernández dijo...

Vista la buena acogida de mis comentarios anteriores, me animo otra vez, je, je, je...

Para el caso de literatura o historia me da la sensación que un profesor de secundaria para ser mínimamente solvente debe tener hechas unas cuantas lecturas. ¿Cuántas obras hay que tener leídas como mínimo para dar literatura en bachillerato con un mínimo de dignidad? ¿100? Lo mismo pasa con la historia.

Pero en las ciencias yo lo veo diferente. Cualquier licenciado en ciencias o cualquier ingeniero puede prepararse en quince días los contenidos de cualquier asignatura de matemáticas, química, física o tecnología de bachillerato y no digamos de la ESO. Los contenidos no suponen ningún problema, lo digo sin petulancia, lo he comprobado personalmente durante el paso de Javier por el instituto.

A mí me elijes un tema al azar y en el 95% de los casos, me das media hora y puedo entrar en cualquier clase de ciencias de ESO a explicarlo sin ningún problema.

Insisto, no es la chulería típica "de los de ciencias", es lo que hacemos habitualmente con nuestros hijos cuando necesitan ayuda en el instituto.

La clave, por lo menos para estas asignaturas, no está en lo mucho que sepa el profesor, sino en cómo sea capaz de plantear e impartir las asignaturas. De la capacidad que tenga para entretener y despertar el interés por temas que a veces son complejos. De la capacidad que tenga de mantener un mínimo de orden en clase y hacer trabajar a los estudiantes.

En el caso de las ciencias, que uno pase una oposición muy difícil, desde luego está muy bien, cuanto más sepas, mejor. Pero no es eso lo que va a necesitar en el aula.

Eduardo López Prieto. IES Javier de Uriarte (Fuentebravía) dijo...

Claro que tus comentarios son siempre bienvenidos... Efectivamente, en la docencia influyen muchísimos elementos además de los conocimientos. La base de la docencia es la pasión. De eso no me cabe duda. Sin que ames lo que explicas es imposible que nada funcione. Pero generalmente cuando amas una cosa verdaderamente, el tiempo que inviertes en mejorar no te cuesta por lo que cada vez dedicas más tiempo en ella y sabes más... En lo que a mí respecta, la pasión por la literatura es lo que me facilitó obviamente la plaza pues leía mucho desde niño. Pero antes de la pasión, tiene que estar el conocimiento firme. Y ese conocimiento hay que demostrarlo. ¿Cómo? Explicando oralmente lo que vas a explicar a los alumnos. No tanto la programación sino cuestiones concretas... Creo que por ahí va una parte de la oposición también. Si por otro lado, los profesores se saben el temario con más faclidad pues mejor. Pero hay otro elemento que no debes desdeñar, Álvaro, y es el intrusismo... Hay mucha gente de otras carreras(por poner un ejemplo) explicando matemáticas debido a la falta de licenciados de esa especialidad. Y no lo veo mal, que conste, porque si se han sacado una buena oposición, no me cabe duda de su valía. Pero si es porque entraron en una lista hace años y a partir de ahí acumularon puntos y acabaron siendo funcionarios... entonces es otra cosa.
En fin, todo es complicado, y creo que hcaer un buen sistema de acceso es fundamentel. Prometo una entrada sobre ese tema próximamente. Saludos cordiales.

José Manuel dijo...

Como bien dices, Eduardo, la pasión es fundamental y creo que esa pasión la debe detectar un tribunal cuando corrige el teórico y sobre todo cuando observa al opositor en la defensa de la programación y la unidad. Esa pasión por tu especialidad y eso que yo llamo el instinto docente te tiene que llevar antes o después a la plaza. El trabajo que uno lleva detrás también se debe notar y no creo que el nivel de preparación sea directamente proporcional al número de temas estudiados, es decir, tú puedes saberte muy bien 30 temas (para sacar un sobresaliente) y regular 70 temas (para sacar un bien). En una oposición hay que ser estratega también. Lo que sí haría yo sería darle más importancia en la oposición al expediente académico del opositor y menos a a la experiencia docente previa. Luego, una vez conseguida la plaza establecería un sistema de prácticas más exigente e incentivaría a aquellos profesores que demostrarán afán de superación y buenas prácticas educativas. No sé qué os parece.

Álvaro Fernández dijo...

Es muy difícil valorar la capacidad de una persona para ser buen docente. Los conocimientos son importantes, claro, pero como os decía, el nivel de ESO o Bachillerato está al alcance casi de cualquiera. Lo que hace bueno a un profesor de instituto no es tener un conocimiento encioclopédico sobre su matería, lo que le hace bueno es "lo otro".

Ya sé que el mundo universitario es absolutamente diferente, pero no me resisto a recordar que algunos de los peores profesores que tuve en la universidad eran auténticas autoridades en su materia, con prestigio internacional incluso. En cambio tuve otros a los que se les veía evidentemente más limitados en conocimientos, pero mucho más efectivos en su transmisón. ¿Cómo puede valorar eso un tribunal? El tribunal recompensa al que sabe mucho, eso está bien, es una garantía, pero ¿cómo podría identificar al que empatizará mejor con los alumnos? ¿Cómo mides la pasión?

A falta de instrumentos para detectar al buen profesor no queda otro remedio que quedarse con los conocimientos, que entre el que más sepa.

En la universidad hace tiempo que están buscando indicadores para valorar la actividad docente, pero resulta una tarea imposible. Se usan indicadores indirectos como el nivel de satisfacción del estudiante, el porcentaje de aprobados, la asistencia a cursos de formación para profesores y otros.

Por otra parte, no creo que un ingeniero, un químico o un físico sean intrusos en una clase de matemáticas, de la misma forma que un matemática no invade territorio extranjero impartiendo una clase de física.

Eduardo López Prieto. IES Javier de Uriarte (Fuentebravía) dijo...

Disculpad amigos por la tardanza en la contestación, pero esta semana he tenido los dichosos equipos educativos y con otras actividades y he andado de tiempo algo justo con lo que no he podido contestar a tiempo.Efectivamente, como dice Álvaro, medir la bondad de un docente es harto difícil y como dice José la fase de prácticas sería muy importante. Es un problema de difícil gestión. Como creo que este debate da para una respuesta muy larga, lo mejor será escribir una entrada completa sobre el tema. Saludos y gracias por vuestra participación, que ya sabéis que es seguida por muchos docentes.